jueves, 21 de mayo de 2020

Comienzos y anécdotas filatélicas y numismáticas


Por Marta Verde Rodríguez

  MIS INICIOS Y PRIMERAS ANÉCDOTAS EN LA FILATELIA

De pequeña, siempre me gustó coleccionar de todo y dependiendo de la estación del año, así era la colección.

En primavera-verano solían ser flores, que las secaba entre las hojas de los libros, especialmente los pensamientos; o las conchas, que al vivir en pueblo costero abundan. También sacrificaba mariposas pinchándoles alfileres o algún que otro coleóptero ¡¡pobres!! es algo de lo que me arrepiento muchísimo. En otoño-invierno ya eran las hojas de los árboles que también metía en los libros del cole. También juntaba pastas de caramelos, piedras, cromos o canicas, entre otras muchas. La colección de las muñecas Barriguitas y sus complementos quizás fue la que perduró durante unos cuantos años seguidos ya que, las nuevas adquisiciones solo las recibía con los Reyes Magos, pero aún mantengo casi la totalidad de ellas intactas, a excepción de alguna que se encargó mi hermano de hacerles modificaciones.

Como no podría ser de otra manera, los sellos también tuvieron cabida dentro de mis colecciones.
Todo empezó cuando vi a mi madre recortar el sello de una carta que había recibido y lo metió en un cajón del cuarto de mi tío que estaba en Suiza. Vi que lo hizo en varias ocasiones y le pregunté porque guardaba los sellos, me dijo que el tío los coleccionaba y…¡¡era algo que aún no había coleccionado!!

 Le dije que yo también quería coleccionar y, me dio uno de la básica del Rey Juan Carlos I o del General Franco, no recuerdo. Cada vez que llegaba una carta le pedía el sello y dependiendo de la cantidad de ellos que tuviera mi tío me lo daba, eso sí, siempre de la básica del Rey o de Franco. Cuando tuve varios distintos me hice un archivador especial; cajas de cerillas pegadas entre sí haciendo unas cajoneras. Ahí iba metiendo en su respectivo cajón su sello y, si conseguía un valor nuevo…un cajón más.


Ya me empezaba a aburrir de los sellos, porque tampoco ampliaba nada la colección hasta que apareció Carlos con un sello. Todo empezó cuando un verano del 88-89, no recuerdo bien; fui a clases particulares por haber suspendido. En una de las clases, tampoco recuerdo el porqué, le comenté a la profesora que coleccionaba sellos y ahí quedo la historieta. Pero un domingo por la tarde yendo a casa de mi tía Teresa, que vivía en el otro extremo del pueblo de Camposancos, mi abuela, mi madre y yo nos encontramos con Carlos, el padre de Merchi, la profesora de clases particulares; saludó y me dijo: ¿eres ti a que coleccionas sellos? Tímidamente le dije que sí. Entonces sacó la cartera y de ella quitó dos sellos: uno de la básica del Rey pero de 100 pesetas y el otro de la Inauguración de los Observatorios Astrofísicos de Canarias que aún conservo con especial cariño ya que, me pareció tan bonito y con tantos colores que desde ese momento empecé a coleccionar un poco más en serio, dentro de mis posibilidades.


En 1991, sino recuerdo mal, Juan Álvarez Sobrino consiguió que todos los colegios de A Guarda que quisieran participar, participaran en el “IV Concurso Filatélico Escolar”; éste consistía en un concurso de dibujo infantil a nivel nacional y el diseño ganador se convertiría en un sello para la Exposición Universal en Sevilla de 1992. Por participar te regalaban un sobrecito con sellos y una camiseta. Había niños que no querían los sellos y algunos me dieron sus estuches. Los que tenía repetidos los cambiaba por los que parecían más antiguos. Logré reunir bastantes y cada vez, tenía más ganas de seguir coleccionando.

Cuando tuve ahorrado algo me compré un álbum para tenerlos cuidados. Como ya tenía donde guardarlos me recorría los estancos y ya me compraba los sellos nuevos.

En el 92 me fui a pasar un mes y poco con mi tía Rosa a Bilbao. Allí había más variedad de sellos. Un día mi tía me llevó a la Oficina Principal de Bilbao y cuando me acerqué a preguntar si tenían sellos, vi al otro lado de la ventanilla un montoncito de papeles con el sello en el centro; compré unos sellos sueltos pero no le pregunté si aquellos papelitos también lo eran. Al salir se lo comenté a mi tía y ésta me recriminó que no tenía que ser tan tímida, que por preguntar no pasaba nada y volvimos otra vez a la oficina. Le pregunté si aquellos papelitos también eran sellos y me dijo que sí. Me enseñó uno y me pareció el sello más bonito de los que tenía, era la hoja bloque de la Exfilna`91 con la imagen del cuadro “La Pradera de San Isidro” de Goya. En un estanco en Laredo (Santander) encontré la segunda joya, el bloque de la serie de “artesanía española” dedicada al mueble. El viaje me resultó completísimo en relación a lo filatélico.

Al año siguiente, en 1993, me enteré de la exposición filatélica que iba realizar el Grupo Filatélico Guardés en la Asociación Érguete Baixo Miño de A Guarda con motivo de la Fiesta de la Langosta. Era la primera exposición que visitaba y no recuerdo si fue allí donde me dijeron que, en la dulcería Estévez tenían sellos. Me pareció rarísimo y cada vez que pasábamos mi madre y yo por la dulcería me decía: ¿entramos a preguntar? Y le respondía: ¿pero cómo van a vender sellos en una dulcería? Y no entrábamos. Hasta que un día mi madre se cansó y entramos. Allí nos atendió muy amablemente Juan, que en aquella época aún era secretario del Grupo Filatélico Guardés, nos dijo que efectivamente, allí también atendían a los socios del Grupo pero que el local social del Grupo estaba en otro lugar. Me dio todas las facilidades para ser socia y a principios del 95 ya me inscribí como socia. Muy poco tiempo después, me dijo que un socio de la Gándara quería deshacerse de su colección que comenzaba en el Reinado de Juan Carlos I hasta 1991 completo, en dos álbumes con las hojas por valor de 50.000 pesetas. Ahorré y me lo compré.


Me iba todos los sábados junto a los “abuelos” como les llamaba, ya que eran todos mayores, a escuchar las historietas filatélicas o numismáticas que contaban. Un día me dijo Juan que a ver si podía ir a una reunión. Cuando llegué me senté en las sillas de atrás. Era una reunión de Asamblea General a principios de 1996. Francisco Sobrino deja la presidencia del Grupo Filatélico Guardés por motivos de salud y coge el testigo Juan Álvarez Sobrino. Dos años después, Juan me comenta si quería entrar en la Junta Directiva en la Sección Juvenil.

La filatelia me ayudó a ser más abierta y a relacionarme mejor con la gente. Gracias a ella conozco a personas maravillosas que al final se convierten en amigos. También me aportó cultura ya que, el estudio filatélico e histórico te lleva a investigar en un campo muy amplio cuando haces una colección filatélica y, tanto da que sea de Historia Postal, Tradicional, Temática, Clase abierta o en Literatura Filatélica.

A día de hoy aún sigo siendo de la Junta Directiva de la Sociedade Filatélica e Numismática Guardesa y cada vez, me sigue sorprendiendo, aportando y apasionando más el mundo de la filatelia.



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