Retrato de Mariano Pardo de Figueroa en 1860 firmado
por Franz Bruschen.
Por Eva Díaz Pérez publicado elmundo.es
¿Quién fue el
legendario doctor Thebussem?, ¿un falso cervantista?, ¿un gastrónomo irónico?,
¿un experto en genealogía?, ¿el impulsor de las tarjetas postales? Todo eso y
más, ya que este personaje fue una creación
apócrifa del escritor gaditano Mariano Pardo de Figueroa y Serna, que
adoptó el exótico seudónimo de doctor Thebussem para llevar a cabo una deliciosa
farsa para eruditos.
En algunas
librerías de viejo aún se pueden encontrar volúmenes del doctor Thebussem sobre
gastronomía o asuntos filatélicos, pero ¿quién estaba tras este
seudónimo? El escritor sevillano
Íñigo Ybarra Mencos se dedica a la tarea de desvelar la verdadera
historia en la obra 'El doctor Thebussem. La realidad de la
ficción' (Renacimiento), una biografía novelada en la que se detallan los
múltiples saberes y extravagancias de Pardo de Figueroa.
También en sellos
de coleccionista se encuentra el rostro de quien llegó a ser el primer cartero honorario de España. El
último es el dibujante Antonio Mingote.
Mariano Pardo de
Figueroa nació en la localidad gaditana de Medina Sidonia en 1828. Allí, tras
estudiar en Sevilla y establecerse por un tiempo en Madrid, tendrá su retiro.
Y, precisamente, será el lugar donde fragüe la invención del doctor Thebussem.
La razón de crear
a un personaje se debe al interés
que Pardo de Figueroa tenía en impulsar los estudios cervantinos. Y qué
mejor manera que haciendo aparecer en la escena académica y libresca a un
extranjero un tanto quijotesco.
La estrategia
cervantina realizada desde su escritorio de Medina Sidonia se estrena con un
artículo que publica en abril de 1857 y que consiste en la presentación de su personaje
con el título de Noticias de la biblioteca del doctor Thebussem.
Biografía y
castillo imaginarios
Pardo de
Figueroa le imagina una biografía y un escenario, el castillo de Thirmenth en
Wurtzbourg (Alemania). El doctor
Thebussem es un bibliómano que adquirió las ediciones de las obras de
Cervantes y todo lo que tenía relación con el escritor. «Del doctor
Jacobo W. Thebussem puede decirse que para él era todo lo relativo a Don
Quijote, lo que para Don Quijote eran los libros de caballería», escribía.
Sin embargo,
la farsa ideada por Pardo de Figueroa aportaba en realidad todas las claves
para saber que se trataba de un engaño. «Thebussem era el anagrama de la palabra embustes germanizado con la hache
intercalada y la ese de propina. El castillo de Thirmenth, donde vivía
el doctor, era también una inversión germanizada del verbo mentir», asegura
Íñigo Ybarra.
Su personaje
apócrifo tuvo eco e incluso se editaron sus reflexiones a partir de la creación
de otro personaje, el empleado de Thebussem, M. Droap, que era quien enviaba
«largos informe sobre lo escrito, descubierto o investigado» y que se titularon
'Epístolas Droapianas'.
Sin embargo,
la curiosa historia del doctor Thebussem no se limitó a los asuntos cervantinos
sino que aportó nuevas ideas al mundo de la filatelia. Por ejemplo, como
ocurrió con las tarjetas postales,
que habían surgido en los países centroeuropeos, pero que en España –creadas en
1871– permanecían sin actividad por la desidia gubernamental.
El doctor Thebussen «por su cuenta y riesgo» mandó imprimir una tirada. «Esas primeras tarjetas postales
que circularon por España, auténtico tesoro para coleccionistas, tuvieron una
excelente acogida», apunta el biógrafo Íñigo Ybarra Mencos.
Con estas
iniciativas, el doctor Thebussem fue nombrado primer cartero honorario de
España y además publicó un curioso libro sobre filatelia titulado 'Kpanklá'. El
extraño título se debe a una anécdota vivida por Pardo de Figueroa en un pueblo de Sevilla al leer en una pared
la palabra 'kpanklá'. El escritor preguntó a una señora qué significaba,
pero ésta le dijo que no sabía leer. Sólo sabía que en ese lugar se vendía
'kpanklá'. Tras repetir la misteriosa palabra varias veces, Pardo de Mora
descubrió que decía: "cal para encalar".
Otra de
las jugosas aficiones de Pardo de
Mora-Thebussem fue la gastronomía. Al escritor le molestaba que los
menús españoles, empezando por los de la Casa Real, se escribieran en francés,
con faltas ortográficas e impresos en burdas cartulinas.
Así que
escribió al jefe de cocinas de Alfonso XII. La carta se publicó en 1876 en ‘La
Ilustración Española y Americana’ y en ella resaltaba los ‘pecados’ de la
gastronomía en palacio. El efecto fue inmediato, consiguió la amistad del rey.
Thebussem,
que publicó en 1888 el libro ‘La mesa moderna’, abogaba por incluir en las
comidas oficiales de palacio un plato muy español, la olla podrida, ya que en
los banquetes ingleses se servía rosbif; en los alemanes, el chucrut; en los
italianos, la polenta y en los rusos, el caviar.