Por Ramón Cobo Huici
En 1993 aparecieron billetes de la República, anteriores al Alzamiento, con un sello rojo con el escudo del Estado Español (armas del los reinos de España sobre el águila de San Juan de los Reyes Católicos). Se dieron como auténticos, como procedentes de Extremadura, en la creencia de que había sido un intento de validación de los billetes, anterior a la ley de 12 de noviembre de 1937 que puso en vigor el sello en seco “Estado Español-Burgos”.
Tengo el dudoso orgullo de haber sido el primero en darse cuenta, pues para entonces tenía comprados 16 ejemplares diferentes. Resulta que el escudo de España, que refleja el sello, fue oficializado el 2 de febrero de 1938, por lo que no podía ser contemporáneo de los primeros meses del inicio del conflicto. A pesar de las reiteradas advertencias sigue apareciendo esta falsificación en el mercado y en subastas (últimamente ya indican que el sello es “posterior”).
En la actualidad los falsificadores ya han perdido el sentido de la medida y se están ofertando billetes sellados con el escudo del régimen de Franco en todos los billetes de la República, incluidos los de las emisiones que sólo circularon con posterioridad al 18 de julio y, que por ello, eran inadmitidos por el bando Nacional.
Otra falsificación que se ve con frecuencia es la del billete falso de 100 pesetas de 1940, Cristóbal Colón. Existen billetes falsos de época realizados con una gran perfección, algunos sostienen que fueron efectuados con las propias planchas originales, y cuya diferencia apreciable con los auténticos reside en la calidad del papel, especialmente en la falta de marca al agua. Actualmente se falsifican estos billetes de Colón comercializándose como falsos de época ya que se les taladra y se les imprime el tampón “falso”.
Una forma relativamente sencilla de distinguir los falsos de época de los modernos, siempre y cuando los de época se encuentren en un estado aceptable, es analizar la numeración: Los falsos de época están tan perfectamente realizados que la numeración está efectuada en tipografía, con tipos idénticos a los auténticos, y con todo el relieve que da la tipografía de calidad, no así las falsificaciones recientes que carecen de relieve.
Desde prácticamente desde su puesta en circulación se han comercializado, y siguen apareciendo de forma ininterrumpida hasta en las más prestigiosas casas numismáticas, los 100 pesetas de 1970, Manuel de Falla con “reverso verde”. Nunca ha existido ese error, aún pensando en una degradación natural de los pigmentos en vez de una impresión errónea. Algunos se comercializan como plancha, por supuesto no son plancha, pues siempre se notan pequeñas arrugas y, siempre, el anverso presenta decoloración. La falsificación es muy sencilla: Un papel secante, recortado con el tamaño de la viñeta del reverso, impregnado del producto oportuno, muy corriente en el mercado, y que, por supuesto, no vamos a indicar aquí, puesto sobre el billete durante unos minutos, produce el cambio de color y de paso se come algo de color del anverso.
Son muy, muy frecuentes las falsificaciones de errores en billetes emitidos en los años cincuenta hasta el periodo de Juan Carlos I inclusive.
Por supuesto, los errores producidos por dobleces o fuelles de papel son infalsificables, pero, aún en este tipo de errores, puede darse alguna duda, por lo que se debe dar un consejo general que sirve para evaluar cualquier tipo de error: Conociendo los sucesivos pasos en los que se imprime un billete (Impresión de la litografía de anverso y reverso, impresión calcográfica de reverso, impresión de anverso, impresión de la numeración, corte de los pliegos y, finalmente, impresión de la firma del cajero cuando ésta se hacía como control de emisión) todo error que no comprendamos como ha podido ocurrir, es decir, que tenga lógica en el curso de la ejecución del billete, debe ser rechazado como posible fraude.
Las falsificaciones más corrientes de errores son las faltas de impresión calcográfica puesto que existen disolventes que borran las tintas calcográficas sin afectar a las litográficas, disolventes que han sido utilizados de manera habitual por la FNMT, además de otros productos, muy corrientes, que lavan, aunque en este caso imperfectamente, las tintas calcográficas. En general, todos los disolventes atacan a todos los tipos de tintas pero lo hacen con diferente intensidad, por lo que jugando con el tiempo de aplicación se consigue que se borren unas tintas mientras que otras, aparentemente, no son modificadas.
Personalmente creo que es difícil reconocer el error falso del auténtico cuando está hecho por un buen especialista, pero en multitud de casos el fraude es fácilmente reconocible si, como ya hemos indicado anteriormente, se piensa en cómo se realiza la impresión. Daremos algunas ideas para detectar este tipo de falsos errores, siempre teniendo en cuenta que las faltas producidas por fuelles o dobleces de papel son siempre auténticas.
Hay que desconfiar de faltas de calcografía cuando estas se hallan en billetes con numeraciones consecutivas. El falsificador no se da cuenta que los billetes correlativos no se encuentran impresos en el mismo pliego, sino en pliegos consecutivos para que al realizar el guillotinado y empaquetado exista la correlatividad. El billete pareja de otro en el mismo pliego suele tener una diferencia de numeración de decenas de miles de números.
Cuando la falta de impresión ocurre por falta de tinta debe poderse apreciar el relieve hecho por el rodillo de impresión. Si existe el relieve existe una gran probabilidad de autenticidad pues al realizar el lavado, necesario con posterioridad al borrado, suelen efectuar un planchado que anula los relieves. En el caso de billetes bastante usados el relieve desaparece y no sirve esta directriz.
Si la falta se produce por falta de presión del rodillo, al introducirse más de un pliego o por otra causa, la tinta no desaparece de forma instantánea sino que existe una zona mal impresa como transición. En estos casos, el límite de la falta de impresión debe ser paralelo al margen horizontal del billete, en billetes apaisados. Una falta de impresión de trazo vertical nos debe producir grandes dudas.
Las faltas de impresión irregulares en el billete y sin desaparición total de la tinta, lo que podría deberse a la interposición de un papel extraño, apuntan siempre a un borrado imperfecto y, por consiguiente, a una manipulación.
Las falsificaciones de falta de las tintas litográficas son, que sepamos, prácticamente inexistentes dada la dificultad de borrado de la litografía sin afectar a la superpuesta calcografía y, sería especialmente dificultosa en los billetes más modernos en los que la impresión litográfica se efectúa en las dos caras a la vez por lo que sería preciso el borrado de anverso y reverso para que fuese creíble la falsificación.
Los borrados de la numeración no son infrecuentes ya que al encontrarse en zonas blancas o sin impresión calcográfica es posible utilizar disolventes enérgicos. Nosotros conocemos un procedimiento muy sencillo para reconocer el borrado en los billetes modernos mediante el uso de luz ultravioleta. El papel de los billetes modernos no se hace luminiscente al ser iluminado con luz ultravioleta pues el blanqueado se realiza sin productos clorados. Los billetes a los que se ha borrado la numeración presentan una fuerte luminosidad al ser iluminados con lámpara de rayos UV (en algunas subastas hemos visto resaltar esta característica como una variante de papel unida a la falta de numeración en vez de reconocer el fraude) y además, las fibrillas luminiscentes casi desaparecen. Estos billetes siempre presentan un aspecto de muy usados. Creemos que la causa es que el producto que elimina la tinta tipográfica tiene moléculas de cloro.
Si existen otro tipo de productos para realizar los borrados de tintas tipográficas que no afecten a la falta de luminosidad del papel ignoramos como podría detectarse el fraude.
Insistimos una vez más que para aceptar un error hay que comprender como ha podido ocurrir.
En los billetes en euros se están dando de forma continuada dos falsificaciones de errores. El primero de ellos es el corte desplazado que origina la aparición de dos billetes diferentes en el formato de uno solo. Alemania vende pliegos enteros de billetes de euro de los valores bajos por lo que cualquiera que adquiere uno de ellos puede hacer los guillotinados de la forma más imaginativa que se le ocurra y presentarlos como error de guillotinado.
La segunda falsificación de errores viene producida por la falta de banda holográfica. Esta falsificación es muy sencilla ya que puede efectuarse el despegue de la misma con un producto muy corriente en cualquier hogar. Por supuesto que existen errores auténticos de este tipo pero para reconocerlos hace falta cierta práctica. En los billetes con banda holográfica la detección es más sencilla ya que la palabra “euro” de la esquina derecha inferior queda alterada cuando la banda es arrancada.