Hacia 1860, veinte años después
de la aparición del primer sello, ya comenzaron a circular falsificaciones
filatélicas, obra de «fabricantes» alemanes, belgas, franceses e italianos. Se
trataba de burdas imitaciones o facsímiles de los originales que empezaban a
ser coleccionados. Con el desarrollo de las técnicas, las falsificaciones se
fueron perfeccionando, hasta el punto de que hoy en día se coleccionan y algunas
llegan a cotizarse muy por encima de los sellos originales.
La falsificación filatélica está
destinada únicamente al coleccionista. Tal vez por la atracción intrínseca que
este tipo de falsificación puede conllevar para el coleccionismo, la variedad
de objetos falsificados es muy grande, pudiéndose llegar a trucar sellos,
matasellos, cartas o fragmentos de éstas. Las falsificaciones filatélicas se
dividen en integrales y parciales.
Falsos integrales
El sello falsificado
integralmente copia el original en todos sus detalles: papel de estampación,
tamaño, motivos, color, filigranas y dentado si lo hubiere. Estas
falsificaciones, que aún circulan en los mercadillos dominicales, están
destinadas a aprovecharse de los coleccionistas inexpertos, deseosos de obtener
a buen precio rarezas o primeras piezas emitidas durante el pasado siglo.
También consiguen engañar a los
expertos si éstos se limitan a un examen apresurado.
Falsos parciales
Se denominan falsos parciales a
las falsificaciones que se han realizado manipulando en parte un sello
auténtico, bien sea sobrecargándolo, creando o cambiando el dentado, alterando
los colores o la goma, invirtiendo el centro de la pieza o variando la
filigrana.
Se emplea esta denominación porque, inicialmente, se parte de un sello
auténtico, que se manipula para obtener un ejemplar de mayor rareza. Este tipo
de falsificaciones permite numerosos trucos, que, en ocasiones, desorientan a
los expertos por su ambigüedad.
El peligro de los facsímiles
Entre los sellos falsos
integrales se encuentran las reproducciones exactas de los sellos originales,
efectuadas como si fueran copias fotográficas. Habitualmente estas
falsificaciones son realizadas por entidades privadas con el fin de
comercializar rarezas a precios de ganga, pero que estampillan sus obras con la
palabra «facsímil».
El fraude estriba en que esas
piezas, en manos de terceras personas, pueden sufrir un lavado de la
inscripción que avisa de la no autenticidad, con lo que el sello se convierte
automáticamente en una falsificación.
Reestampaciones
Otra forma de engaño la
constituyen las reestampaciones cuando se ofrecen como piezas verdaderas. Su
característica principal estriba en que han sido
realizadas con materiales originales, esto es, con las mismas planchas, tintas
y maquinaria que los sellos auténticos. Cuando la realización corre a cargo de
una entidad emisora estatal y se destina al coleccionismo filatélico,
coincidiendo con la conmemoración de un evento o aniversario, se reproduce
anexa o encima la palabra «reestampación». El riesgo de fraude existente
consiste en que esta inscripción se borra, para la venta posterior de las
piezas.
El mayor peligro al que se
enfrentan en la actualidad los coleccionistas filatélicos estriba en los
denominados falsos parciales, que se subdividen en más de quince categorías
diferentes: desde las falsas sobreestampaciones a la manipulación de parte de las
piezas o, incluso, de los matasellos. Por lo general, estas irregularidades
sólo pueden descubrirlas los peritos, a los que se acude cuando hay dudas sobre
la bondad de un sello. A ellos corresponde certificarlo o incluirlo en la
amplia lista de engaños.
Como primer ejemplo de falso
parcial podemos considerar la manipulación de un sello tipo original
sobreestampado con una sobrecarga falsificada. El lavado de piezas también es
una práctica corriente en el mundillo de la delincuencia filatélica. De un sello
matasellado, tratado con disolventes químicos que no dañen el color, y al que
además se añade goma en el dorso, podemos obtener perfectamente un sello nuevo
que aumente su valor de mercado. Por el contrario, si los catálogos valoran la
pieza matasellada por encima de la nueva, el método de falsificación consiste
en reproducir mecánicamente o a mano un cuño sobre parte del sello.
Gomas, filigranas y dentados
La tendencia actual es
coleccionar el sello nuevo, con su goma original en el dorso. En este caso, los
falsificadores utilizan métodos complejos para reengomar una pieza, llegando a
despojar la goma de un sello bueno para extenderla mediante un spray sobre el
trucado. Incluso existen máquinas engomadoras que realizan tal función.
Si el caso anterior es frecuente,
no lo es tanto el añadido de filigranas.
La filigrana falsa se obtiene adelgazando ligeramente el papel y dándole la
forma afiligranada o montando el sello original sobre un papel con filigrana
obtenido de otro sello o de bordes de hoja.
Cuando los sellos clásicos tienen
más valor dentados que sin dentar, se falsifican tomando un sello sin dientes,
de amplios márgenes, y transformándolo con una máquina de coser o de perforar.
Cuando el dentado es lineal, esta operación resulta fácil. También se lleva a
cabo la operación inversa, esto es, suprimir el dentado recortándolo con un
simple par de tijeras o montando el sello sobre un borde de hoja. Se falsifican
asimismo las cartas, eliminando una o la totalidad de las piezas originales que
llevaban adheridas y sustituyéndolas por otras de mayor valor, o bien
aprovechando un sobre que haya realizado su función circulatoria sin efectos
timbrados.
Sellos pintados
Existen también sellos pintados a
mano. El laborioso trabajo se realiza directamente sobre el efecto postal o
sobre un papel de época. En algunos casos, se trata de falsificaciones de
ejemplares inexistentes en los que el falsificador se ha dejado llevar por su
fantasía
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