ESAS PIEZAS QUE NOS TRAEN DE CRÁNEO…
¿Qué sucede cuando nos encontramos con piezas que nos plantean problemas a la hora de su clasificación o interpretación? Marcas no habituales, tarifas que desconocemos, matasellos imposibles… A veces parece que todo se conjura en contra nuestra para hacernos las cosas más difíciles… Pero quizás en eso consiste la “salsa” de nuestra afición.
En la pasada Exfilna de Irún, uno de los jurados me preguntó a propósito del significado de la etiqueta con la abreviatura “A.O” de color naranja que está adherida en una de las piezas que presentaba, un sobre etiope de primer día de emisión circulado certificado por correo aéreo el 15 de julio de 1956 de Addis Abeba a Los Ángeles (Estados Unidos).
Ante una pregunta inesperada me quedé “en blanco”, como el típico estudiante despistado que no puede responder al profesor porque… no ha estudiado nada. Nervios, sudores fríos y al final el reconocimiento -no exento de cierto cabreo- de que por más que lo intentas siempre hay algún pequeño detalle que se te escapa. No obstante, nada peor que darse por vencido, había que ponerse a trabajar.
Tras unas cuantas pesquisas, no fue demasiado difícil averiguar que “A.O” es la forma abreviada de las palabras “Autres Objets” (en francés Otros Objetos), que se definen de esta forma por la Unión Postal Universal:
... Sont compris dans la catégorie « AO », tous les autres objets : imprimés et paquets-poste,petits paquets, journaux et écrits périodiques ainsi que les envois de la catégorie “lettre” présentés sous forme de paquets clos ou non clos ...
(Traducción: Están incluidos en la categoría «AO» todos los demás objetos: impresos y paquetes postales, pequeños paquetes, periódicos y publicaciones periódicas así como aquellos envíos clasificados como “carta” con forma de paquete, cerrados o no. Nota: cuando habla de “todos los demás objetos” ya se ha definido previamente lo que es carta y tarjeta postal).
En realidad, para casi ninguno de ellos se solía utilizar la etiqueta « A.O », pero ¡qué casualidad! si que estaba en mi pieza que, al parecer, durante su proceso postal parecía haber recibido este tratamiento de "otro objeto".
En principio, misterio resuelto… o no del todo, siempre hay algo más. ¿Cómo justificar que la pieza era realmente merecedora de ese tratamiento de A.O?
Al tratarse de un sobre con un franqueo "filatélico", bonito pero de los que uno huye normalmente por tener algo de “plato precocinado”, era obligado averiguar la tarifa postal que le correspondía por su condición de "otro objeto", ver si se ajustaba a ella y justificar así su presencia en la colección.
Tras nuevas búsquedas, encontré las tarifas postales que se aplicaban durante los años cincuenta en el Imperio Etíope en las tablas que se adjuntan en el libro de la Editorial Vaccari “ETHIOPIA-HAILE SELASSIE, THE EXILE, THE RESTORATION, THE DEPOSITION”, de Roberto Sciaky, publicado en 2003 y que compré recientemente. Y estas fueron las conclusiones:
1. El importe total del los cinco valores franqueados en la pieza era de un dólar etíope (10+15+20+25+30 ctvs.) el precio de la serie completa conmemorativa del 25ª aniversario de la Constitución. No había coincidencia con ninguna tarifa en vigor.
2. El coste de una carta aérea y certificada de Etiopía a Estados Unidos de hasta 10 grs. de peso en 1956 era de 1,15 dólares etíopes (80 cts. por carta aérea y 35 cts. por derecho de certificado) según la tarifa vigente de 19 de septiembre de 1952. Por lo tanto la primera conclusión es clara: no se trata de un envío normal ya que el franqueo está por debajo de esta tarifa.
3. El coste de enviar al mismo destino “otros objetos” de hasta 20 grs. de peso también por correo aéreo y certificado era en ese momento de 75 cts. (40 cts. por el objeto y 35 cts. por derecho de certificado). Segunda conclusión: hay un exceso de franqueo de 25 cts. pero la carta si que entraría dentro de la categoría “otros objetos”. El exceso se justificaría por el propio franqueo “filatélico”.
4. En el reverso, se pueden encontrar dos marcas de llegada de los ángeles de los días 1 y 2 de agosto de 1956, lo que prueba que la carta viajó realmente.
Bastante satisfecho de mi mismo, vuelta obligada al “profesor” para informarle de mis investigaciones y recibir esta vez el aprobado “cum laude”… cosa que efectivamente sucedió, pero con nueva sorpresa. ¡La pieza no había desvelado todavía todos sus secretos! Al parecer, según los usos de la época, la dichosa etiqueta solo se aplicaba a cada una de las primeras cartas (u objetos) que componían el hatillo o paquete en el que los trabajadores postales reunían todos estos objetos en el caso de no llegar a llenar una saca, con el fin de ahorrar espacio en los aviones que los transportaban. Tras esta última revelación he podido observar en internet varios sobres parecidos al mío pero sin etiqueta.
Moraleja: hasta las piezas más inocentes en su apariencia pueden reservarnos grandes sorpresas.
José Antonio HERRÁIZ
Asociación Filatélica Zaragozana