domingo, 22 de agosto de 2021

Las Tarjetas Postales Ilustradas, otros coleccionismos


Tarjeta postal del siglo XIX de Hauser y Menet (1)

La tarjeta postal ilustrada, tarjeta postal o también conocida como tarjetas de correspondencia, consiste en una pieza rectangular de cartulina, o cartón fino, preparada para escribir y enviar por el correo tradicional, sin necesidad de usar un sobre, con el propósito de ahorrar costes.

El surgimiento de la tarjeta postal se debe a Heinrich von Stephan y a Emmanuel Hermann. En 1865, con ocasión de la Conferencia Postal Internacional celebrada en Karlsruhe, el funcionario de correos Heinrich Von Stephan propuso la introducción de hojas postales en forma de talonarios como medio de comunicación no reservada. Sin embargo, esta innovación no llegó a prosperar. Hermann, profesor de economía política, publicó en 1869 en el periódico austriaco Neue Freie Presse un artículo sobre las ventajas económicas que supondría para la Hacienda pública la introducción de la tarjeta postal (la Correspondenz-Karte). La idea sería recogida al poco tiempo por el director de Correos y Telégrafos de Viena, Adolf Maly, quien autorizó la circulación de tarjetas postales por correo. El 1 de octubre de 1869 la administración de Correos de Austria-Hungría pondría en circulación la primera tarjeta postal en el mundo que cobraron popularidad y en tan solo un mes de su aparición se vendieron cerca de 1.500.000 de ejemplares.

La primera postal oficial española se emitió en diciembre de 1873. En 1890 los fotógrafos suizos Oscar Hauser Muller y Adolfo Menet Kurstiner, fundan en 1890 en Madrid la imprenta de artes gráficas española, Hauser y Menet, dos años después, 1892 ponen en circulación en España las primeras tarjetas postales, llevan en su anverso el clásico “Recuerdo de Madrid” y una composición con cuatro imágenes fotográficas (figura 1).

 El auge de la tarjeta postal ilustrada, y más concretamente de la postal fotográfica, llegó por la apuesta que algunos grandes fotógrafos e industrias de la imagen hicieron a finales del siglo XIX, cuando el progreso tecnológico permitió que la imprenta reprodujese adecuadamente las fotografías y con ellas se introdujeran grandes dosis de realismo gracias a la instantaneidad.

Hacia 1900 había ya más de 140 casas dedicadas a imprimir, editar o vender postales relativas a España. El éxito alcanzado por las tarjetas postales editadas por destacadas casas impresoras especializadas sería aprovechado por fotógrafos profesionales y laboratorios fotográficos convirtiéndose en una oportunidad de incrementar su negocio. Muchos fabricantes de papel fotográfico respondieron a la demanda de dicho material sensibilizado con la impronta, al dorso, alusiva a tarjeta postal.

 Postal del fotógrafo Mariano Jiménez Hueto, finales del siglo XIX.

Los fotógrafos de la época en A Guarda se suman a este auge, la mayor parte de las postales ilustradas de comienzos del siglo XX de nuestra villa son de los fotógrafos profesionales Mariano Jiménez Hueto, Vicente Vicente Táboas y de su hijo Prudencio Vicente Sobrino (Foto Central).  

 

Postal del fotógrafo Prudencio Vicente Sobrino (Foto Central), principios de los años 20.

La tarjeta postal podía contener en su anverso dibujos, grabados, cromolitografías, etc., pero, por lo general, reproducía fotografías. A finales del siglo XIX, la Unión Postal Universal reguló el formato de las postales. Se recomendó que sus dimensiones fuesen 9×14 cm. Ese es el formato de las postales antiguas, que se mantuvo hasta cerca del año 1960.

La abundante producción de series de tarjetas de las distintas poblaciones o lugares, a modo de recuerdo, implicaba la selección previa, con arreglo a unos determinados criterios y valores culturales, de calles, monumentos, plazas, edificios, personajes o actividades más características que se estimaba que merecían ser reproducidas y difundidas.

 Instituto Nun´Alvres en Camposancos (A Guarda en 1921)

En España algunas instituciones educativas, primero colegios de órdenes y congregaciones religiosas y después los nuevos grupos escolares construidos en las ciudades, encargaron la emisión de álbumes, blocs o estuches que solían contener entre 10 y 20 tarjetas postales. Hay fotografías de espacios y edificios escolares o relacionados con la educación, así como de actividades escolares y extraescolares, ordinarias o extraordinarias.

Con este nuevo producto cultural y comercial, el mundo, cualquier aspecto del mismo, estaba al alcance de la mano, constituía un soporte perfecto para difundir, de entre tales aspectos, acontecimientos y actos conmemorativos que se consideraban relevantes, tales como el cambio de siglo o la celebración de exposiciones, festividades y todo tipo de celebraciones.

Alumnos del Instituto Nun´Alvres curso 1920/21

Su atractivo estético hizo que se convirtiera en un objeto coleccionable entre los aficionados desde principios del siglo XX, poniendo de moda el coleccionismo de estas pequeñas cartulinas. Fue tal la afición que, en el Boletín de la Tarjeta Postal Ilustrada de febrero de 1901, Miguel Vingut, anunciaba poseer más de 16.000 tarjetas postales ilustradas y 2.700 tarjetas oficiales.

Este interés por el coleccionismo nacido primero en Europa, principalmente en Francia, donde en 1899 se crea la primera asociación de intercambio, el Poste-Card Club promovido por Émile Strauss, y Gran Bretaña, se trasladó más tarde a España donde al igual en otros países europeos comenzaron a crearse asociaciones de coleccionistas, como por ejemplo en Barcelona, la Sociedad Cartófila Española Hispania (1901-1909) o en Valencia, la Sociedad Cartófila Universal l´Ideal. De igual modo el número de revistas especializadas en la materia encargadas de anunciar las novedades más recientes y publicar anuncios de editores y coleccionistas aumentó considerablemente.

El nacimiento del coleccionismo de tarjetas supone una revalorización, no solo del precio de la postal sino también del interés suscitado por este medio de correspondencia.

 Fuentes:

La tarjeta Postal como documento

https://www.um.es

Archivo InfoMaxe

 

José Ángel Gándara Rodríguez

lunes, 16 de agosto de 2021

Una paloma y un mensaje militar perdido durante 110 años


 

Unas maniobras militares en una de las zonas de Europa, Alsacia, más disputadas hasta bien entrado el siglo XX. Una paloma mensajera que no llega a su destino. Una pareja que, paseando, halla más de un siglo después una curiosa cápsula metálica y tiene el reflejo de contactar con un experto. Dominique Jardy todavía se maravilla de la concatenación de casualidades que ha llevado hasta sus manos de curador de un pequeño museo regional un hallazgo tan inédito como fortuito: un mensaje militar alemán extraviado durante más de cien años. “Es extremadamente infrecuente que suceda algo así, yo jamás he escuchado algo semejante, el mensaje de una paloma mensajera encontrado 110 años más tarde”, cuenta por teléfono el responsable de las exposiciones del museo-memorial de Linge-Orbey, dedicado a uno de los enfrentamientos más duros de la Primera Guerra Mundial en esta zona entre Alemania y Francia.

El mensaje en sí no tiene un enorme interés estratégico. Cuenta, en alemán escrito con las letras góticas de la época —y que llevó a Jardy a tener que pedirle ayuda a un amigo germano para que le transcribiera el corto texto— de unos movimientos de tropas alemanas en el área de Colmar-Ingersheim. El remitente es un oficial de infantería prusiano basado en el norte de Ingersheim, que escribe a un superior de su mismo regimiento. En aquella época, Alsacia formaba aún parte de Alemania. “Es una especie de telegrama para los altos mandos”, resume Jardy.

Lo que sí resulta interesante es el contexto, pese a que es difícil dilucidar la fecha del mensaje. ¿1916, en plena Guerra Mundial, o 1910? Jardy se inclina por esta última. “Es más probable que fuera 1910, hubo grandes maniobras militares antes de la Gran Guerra y es más probable que fuera en esa época”, explica. “Nos da información de grandes maniobras, de que ya antes de la Gran Guerra, las tropas, ya fueran francesas o alemanas, realizaban muchos entrenamientos de combate, y eso mucho antes del conflicto de 1914-18”.

Aunque en esa época el mundo ya conocía nuevas formas de comunicación, no es extraño, asegura Jardy, que los militares siguieran haciendo uso de un método tan tradicional como las palomas mensajeras. “Ya había teléfono y estaban las señales ópticas, pero las palomas tenían más posibilidades de llegar si las líneas telefónicas se cortaban por disparos o bombardeos. Era una de las maneras más seguras de enviar un mensaje rápido”. Aunque a veces fallara el sistema, como en este caso.

Más de un siglo después, en ese mismo bosque de Ingersheim donde se movían las tropas germanas, una pareja, durante un paseo el pasado mes de septiembre, halló una curiosa cápsula de aluminio que, salvo algunos arañazos, parecía intacta. Ya en casa, el hombre —cuya identidad no ha sido revelada— la abrió y se topó con el papel, que parece sacado de un cuaderno militar, con un texto escrito a lápiz en alemán. Por suerte, “tuvieron el reflejo de traerlo al museo de Linge. Fue algo muy bueno, a veces la curiosidad es buena”, se ríe Jardy.

Tanto la cápsula como el papel en ella encerrado estaban en excelentes condiciones. El envoltorio seguía cerrado herméticamente y por ello el mensaje se conservaba intacto, aunque ahora, una vez expuesto a los elementos, ha comenzado rápido el proceso de envejecimiento, de ahí que el museo de Linge lo esté preparando y protegiendo de la luz y el aire antes de su exposición al público. Esta tardará aún. El museo suele cerrar el 11 de noviembre y hasta la Semana Santa debido a que se encuentra en una zona montañosa a menudo cortada al tráfico en invierno por la nieve. La pandemia de coronavirus les ha obligado a clausurar prematuramente. Pero Jardy ya sabe dónde colocará el nuevo objeto de su colección: en una vitrina junto a un maniquí con el uniforme de ese regimiento alemán que envió el mensaje y que estaba estacionado en Colmar.

El País

lunes, 9 de agosto de 2021

Colección temática "Terra Australis Ignota" de Almudena Taboada Lago

 Colección temática que participo por primera vez en EXFILNA 2020, obteniendo 81 puntos y medalla de Vermeil Grande.