Unas maniobras militares en una de las zonas de Europa, Alsacia, más
disputadas hasta bien entrado el siglo XX. Una paloma mensajera que no llega a
su destino. Una pareja que, paseando, halla más de un siglo después una curiosa
cápsula metálica y tiene el reflejo de contactar con un experto. Dominique
Jardy todavía se maravilla de la concatenación de casualidades que ha llevado
hasta sus manos de curador de un pequeño museo regional un hallazgo tan inédito
como fortuito: un mensaje militar alemán extraviado durante más de cien años.
“Es extremadamente infrecuente que suceda algo así, yo jamás he escuchado algo
semejante, el mensaje de una paloma mensajera encontrado 110 años más tarde”,
cuenta por teléfono el responsable de las exposiciones del museo-memorial de
Linge-Orbey, dedicado a uno de los enfrentamientos más duros de la Primera Guerra Mundial en
esta zona entre Alemania y Francia.
El mensaje en sí no tiene un enorme interés estratégico. Cuenta, en alemán
escrito con las letras góticas de la época —y que llevó a Jardy a tener que
pedirle ayuda a un amigo germano para que le transcribiera el corto texto— de
unos movimientos de tropas alemanas en el área de Colmar-Ingersheim. El
remitente es un oficial de infantería prusiano basado en el norte de
Ingersheim, que escribe a un superior de su mismo regimiento. En aquella época,
Alsacia formaba aún parte de Alemania. “Es una especie de telegrama para los
altos mandos”, resume Jardy.
Lo que sí resulta interesante es el contexto, pese a que es difícil
dilucidar la fecha del mensaje. ¿1916, en plena Guerra Mundial, o 1910? Jardy
se inclina por esta última. “Es más probable que fuera 1910, hubo grandes
maniobras militares antes de la Gran Guerra y es más probable que fuera en esa
época”, explica. “Nos da información de grandes maniobras, de que ya antes de
la Gran Guerra, las tropas, ya fueran francesas o alemanas, realizaban muchos
entrenamientos de combate, y eso mucho antes del conflicto de 1914-18”.
Aunque en esa época el mundo ya conocía nuevas formas de comunicación, no
es extraño, asegura Jardy, que los militares siguieran haciendo uso de un
método tan tradicional como las palomas mensajeras. “Ya había teléfono y
estaban las señales ópticas, pero las palomas tenían más posibilidades de
llegar si las líneas telefónicas se cortaban por disparos o bombardeos. Era una
de las maneras más seguras de enviar un mensaje rápido”. Aunque a veces fallara
el sistema, como en este caso.
Más de un siglo después, en ese mismo bosque de Ingersheim donde se movían
las tropas germanas, una pareja, durante un paseo el pasado mes de septiembre,
halló una curiosa cápsula de aluminio que, salvo algunos arañazos, parecía
intacta. Ya en casa, el hombre —cuya identidad no ha sido revelada— la abrió y
se topó con el papel, que parece sacado de un cuaderno militar, con un texto
escrito a lápiz en alemán. Por suerte, “tuvieron el reflejo de traerlo al museo
de Linge. Fue algo muy bueno, a veces la curiosidad es buena”, se ríe Jardy.
Tanto la cápsula como el papel en ella encerrado estaban en excelentes
condiciones. El envoltorio seguía cerrado herméticamente y por ello el mensaje
se conservaba intacto, aunque ahora, una vez expuesto a los elementos, ha
comenzado rápido el proceso de envejecimiento, de ahí que el museo de Linge lo
esté preparando y protegiendo de la luz y el aire antes de su exposición al
público. Esta tardará aún. El museo suele cerrar el 11 de noviembre y hasta la
Semana Santa debido a que se encuentra en una zona montañosa a menudo cortada
al tráfico en invierno por la nieve. La pandemia de coronavirus les ha obligado
a clausurar prematuramente. Pero Jardy ya sabe dónde colocará el nuevo objeto
de su colección: en una vitrina junto a un maniquí con el uniforme de ese
regimiento alemán que envió el mensaje y que estaba estacionado en Colmar.
El País
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