Un algoritmo computacional ha ayudado a desplegar y leer virtualmente una colección de misivas cerradas, que fueron recibidas en La Haya desde toda Europa hace 300 años.
Antes de que
la humanidad comenzara a usar los sobres modernos para guardar cartas y
documentos, la única manera de proteger y conservar la privacidad de los
mensajes era doblar de forma compleja el papel en el que estaba escrita la
información. Este sistema de seguridad, que funcionó durante varios siglos
hasta la década de 1830 y sirvió para que los destinatarios se dieran cuenta de
si alguien había leído lo que no le correspondía, se llamó en los países
anglosajones letterlocking (bloqueo de cartas en español).
Hasta ahora, las cartas antiguas, sin sobre y selladas con pliegues y dobleces
especiales, solo se podían leer cortando y a menudo dañando los documentos
históricos.
Un equipo de investigadores liderado por Jana Dambrogio, del Laboratorio de Conservación del Instituto
Tecnológico de Massachussets (MIT), y Amanda Ghassaei, del Laboratorio de Inteligencia Creativa de Adobe,
desarrollaron un algoritmo computacional de rayos X en tres dimensiones que
sirvió para desplegar y leer virtualmente una colección de cartas selladas,
enviadas desde toda Europa a La Haya entre 1680 y 1706. De acuerdo con las
investigadoras, el sistema de categorización, presentado este martes en la revista Nature
Communications, se
basó en un estudio de más de 250.000 cartas que ayudó a entender como
funcionaban las diferentes estrategias de bloqueo. “Por primera vez pudimos
desplegar y leer virtualmente las cartas que estaban cerradas desde que fueron
escritas hace más de 300 años”, explica Ghassaei.
La investigadora cuenta que el proyecto de estudiar el
desbloqueo de cartas comenzó en el año 2000, cuando Dambrogio descubrió en un
archivo de documentos legales del Vaticano una serie de misivas selladas con
este sistema de seguridad. “Años más tarde tuvimos la suerte de contactar con
un museo en La Haya que tenía un baúl con miles de cartas cerradas, llamado
Colección Brienne. Este maravilloso baúl postal significó un cambio radical en
lo que pensamos sobre el sistema de bloqueo y los métodos de investigación que
tendríamos que desarrollar para comprenderlo”. El baúl contiene 3.148 artículos
catalogados, incluidas 2.571 cartas abiertas, fragmentos y otros documentos, y
577 paquetes de cartas cerradas.
El Baúl de
Brienne contiene 577 paquetes de cartas cerradas del Renacimiento
europeo.
El desarrollo tecnológico consiste en una tomografía
computarizada de las cartas de muy alta resolución, “básicamente una imagen de
rayos X en 3D”, dice Ghassaei. El algoritmo detecta capas individuales de papel
en el escaneo y reconstruye la geometría plegada. “Lo que hacemos es desplegar
virtualmente el paquete de cartas para producir una imagen de cómo se vería si
se abriera y aplanara. Esto nos permite observar la escritura, las marcas de
agua, los sellos, los pliegues internos y cualquier otra información oculta
dentro del paquete de cartas sin dañar el artefacto original“, cuenta la
investigadora.
Holly Jackson, del departamento de Ingeniería
Eléctrica del MIT y coautora del estudio, cuenta por correo que el método que desarrollaron
“produce reconstrucciones casi completas de los estados originales de cuatro
paquetes de cartas, tres de ellos sin abrir”. Según la investigadora, el
mensaje y la intrincada mecánica interna de estas cartas solo los conocemos
porque han sido reconstruidos virtualmente. “Nuestros métodos son completamente
automáticos, sin sesgos en la orientación del escaneo y no requieren
conocimientos previos sobre la geometría de un paquete de cartas“, explica
Jackson.
Las investigadoras afirman que el contenido de las
cartas se hace visible porque la mayoría de las tintas producen un contraste
diferente al del papel en el que están escritas. El algoritmo de despliegue
virtual permite no solo leer las letras sin abrir, sino también visualizar los
patrones de pliegue y recrear el proceso de bloqueo paso a paso. “El bloqueo de
cartas fue una actividad cotidiana durante siglos, a través de culturas,
fronteras y clases sociales, y juega un papel integral en la historia de los
sistemas secretos. Es el eslabón perdido entre las técnicas de seguridad de las
comunicaciones físicas del mundo antiguo y la criptografía digital moderna”, se
lee en la investigación.
Rebekah Ahrendt, del departamento de Medios y
Estudios Culturales de la Universidad de Utrecht, en Holanda, y coinvestigadora
del proyecto, cuenta que
durante el trabajo descubrieron una carta que un abogado en Francia le había
enviado a su primo en La Haya, fechada el 31 de julio de 1697. “La traducción
que pudimos recuperar de una de las cartas selladas en el baúl de Brienne es
interesante”. La carta pide un “extracto legalizado” que verifique la muerte de
un familiar. De acuerdo con las investigadoras, los certificados de defunción
no existían en ese momento; en cambio, un notario tendría que escribir una
copia del registro de defunción. “El notario entonces autorizaría el documento
con su firma y sello. Es probable que el documento fuera necesario para
resolver una disputa de herencia”.
Para Ahrendt, saber el cuidado con el que el abogado
preparó su carta, la forma en que la dobló y selló, “agrega una dimensión
completamente nueva a la historia y la hace mucho más significativa”, dice la
investigadora. Y continúa: “También es cierto que estas cartas cotidianas de
personas normales del pasado son muy raras, por eso es importante estudiarlas
desde múltiples ángulos. Estas cartas nos brindan una evidencia única de las sólidas
relaciones que incluso las personas que no pertenecen a la élite tenían con el
papel”.
Las investigadoras esperan que estos resultados ayuden
a que otras personas busquen formas alternativas de extraer información de
documentos históricos sellados, en lugar de dañarlos en el proceso de apertura.
“Hoy publicaremos todo el código del despliegue virtual en Github y
esperamos que otros investigadores trabajen en el futuro en la reconstrucción
de documentos históricos, así como en otras aplicaciones potenciales en
ingeniería, estudio de origami o imágenes médicas. Estamos emocionados de ver
qué otros usos se pueden encontrar”, resume Amanda Ghassaei.
EL PAIS 2 marzo 2021
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