¿Quién fue el legendario doctor Thebussem?, ¿un falso cervantista?, ¿un gastrónomo irónico?, ¿un experto en genealogía?, ¿el impulsor de las tarjetas postales? Todo eso y más, ya que este personaje fue una creación apócrifa del escritor gaditano Mariano Pardo de Figueroa y Serna, que adoptó el exótico seudónimo de doctor Thebussem para llevar a cabo una deliciosa farsa para eruditos.
En algunas librerías de viejo aún se pueden encontrar volúmenes del doctor Thebussem sobre gastronomía o asuntos filatélicos, pero ¿quién estaba tras este seudónimo? El escritor sevillano Íñigo Ybarra Mencos se dedica a la tarea de desvelar la verdadera historia en la obra 'El doctor Thebussem. La realidad de la ficción' (Renacimiento), una biografía novelada en la que se detallan los múltiples saberes y extravagancias de Pardo de Figueroa.
También en sellos de coleccionista se encuentra el rostro de quien llegó a ser el primer cartero honorario de España. El último es el dibujante Antonio Mingote.
Mariano Pardo de Figueroa nació en la localidad gaditana de Medina Sidonia en 1828. Allí, tras estudiar en Sevilla y establecerse por un tiempo en Madrid, tendrá su retiro. Y, precisamente, será el lugar donde fragüe la invención del doctor Thebussem.
La razón de crear a un personaje se debe al interés que Pardo de Figueroa tenía en impulsar los estudios cervantinos. Y qué mejor manera que haciendo aparecer en la escena académica y libresca a un extranjero un tanto quijotesco.
La estrategia cervantina realizada desde su escritorio de Medina Sidonia se estrena con un artículo que publica en abril de 1857 y que consiste en la presentación de su personaje con el título de Noticias de la biblioteca del doctor Thebussem.
Biografía y castillo imaginarios
Pardo de Figueroa le imagina una biografía y un escenario, el castillo de Thirmenth en Wurtzbourg (Alemania). El doctor Thebussem es un bibliómano que adquirió las ediciones de las obras de Cervantes y todo lo que tenía relación con el escritor. «Del doctor Jacobo W. Thebussem puede decirse que para él era todo lo relativo a Don Quijote, lo que para Don Quijote eran los libros de caballería», escribía.
Sin embargo, la farsa ideada por Pardo de Figueroa aportaba en realidad todas las claves para saber que se trataba de un engaño. «Thebussem era el anagrama de la palabra embustes germanizado con la hache intercalada y la ese de propina. El castillo de Thirmenth, donde vivía el doctor, era también una inversión germanizada del verbo mentir», asegura Íñigo Ybarra.
Su personaje apócrifo tuvo eco e incluso se editaron sus reflexiones a partir de la creación de otro personaje, el empleado de Thebussem, M. Droap, que era quien enviaba «largos informe sobre lo escrito, descubierto o investigado» y que se titularon 'Epístolas Droapianas'.
Experto filatélico
Sin embargo, la curiosa historia del doctor Thebussem no se limitó a los asuntos cervantinos sino que aportó nuevas ideas al mundo de la filatelia. Por ejemplo, como ocurrió con las tarjetas postales, que habían surgido en los países centroeuropeos, pero que en España –creadas en 1871– permanecían sin actividad por la desidia gubernamental.
El doctor Thebussen «por su cuenta y riesgo» mandó imprimir una tirada. «Esas primeras tarjetas postales que circularon por España, auténtico tesoro para coleccionistas, tuvieron una excelente acogida», apunta el biógrafo Íñigo Ybarra Mencos.
Con estas iniciativas, el doctor Thebussem fue nombrado primer cartero honorario de España y además publicó un curioso libro sobre filatelia titulado 'Kpanklá'. El extraño título se debe a una anécdota vivida por Pardo de Figueroa en un pueblo de Sevilla al leer en una pared la palabra 'kpanklá'. El escritor preguntó a una señora qué significaba, pero ésta le dijo que no sabía leer. Sólo sabía que en ese lugar se vendía 'kpanklá'. Tras repetir la misteriosa palabra varias veces, Pardo de Mora descubrió que decía: "cal para encalar".
Gastrónomo real
Otra de las jugosas aficiones de Pardo de Mora-Thebussem fue la gastronomía. Al escritor le molestaba que los menús españoles, empezando por los de la Casa Real, se escribieran en francés, con faltas ortográficas e impresos en burdas cartulinas.
Así que escribió al jefe de cocinas de Alfonso XII. La carta se publicó en 1876 en ‘La Ilustración Española y Americana’ y en ella resaltaba los ‘pecados’ de la gastronomía en palacio. El efecto fue inmediato, consiguió la amistad del rey.
Thebussem, que publicó en 1888 el libro ‘La mesa moderna’, abogaba por incluir en las comidas oficiales de palacio un plato muy español, la olla podrida, ya que en los banquetes ingleses se servía rosbif; en los alemanes, el chucrut; en los italianos, la polenta y en los rusos, el caviar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario