Durante la década de 1910, y
aprovechando la reciente aparición de los aviones, el Departamento de Guerra y la Administración Postal
de los Estados Unidos estaban interesados en conocer cómo el servicio aéreo
podría acelerar las comunicaciones.
El Servicio Postal había hecho un
número de pruebas experimentales para transportar correspondencia por vía
aérea, decidiendo inaugurar el servicio regular el 15 de Mayo de 1918, volando
entre Washington D.C., Filadelfia y Nueva York.
Cien entre dos millones.
El 6 de Mayo, el congreso fijó
una controvertida tasa de 24 centavos de dólar para el servicio, un valor 8
veces mayor que el correspondiente a una carta de primera clase de esa época, y
autorizó al Servicio Postal a emitir un nuevo sello para esta tarifa,
patrióticamente impresa en colores rojo y azul, mostrando un avión Curtiss
JN-4, mas conocido en el ambiente aéreo como “Jenny”, el biplano elegido para
prestar el servicio. La
Oficina de Grabados e Impresiones sería la encargada de
proveer a los Estados Unidos de su primera estampilla aérea.
Los sellos debían estar listos
para la venta unos pocos días antes del vuelo inaugural oficial del 15 de Mayo.
Con menos de dos semanas por delante, no había tiempo que perder y la
producción de los sellos comenzó a toda marcha, poniéndose oficialmente a la
venta el 13 de Mayo. Nadie sospechaba que entre los dos millones de sellos
impresos había un tesoro de 100 gemas esperando ser descubierto.
Robey.
William T. Robey era un
coleccionista de sellos que vivía en Washington D.C. Trabajaba en las
oficinas de un corredor de bolsa y para la hora de su almuerzo de ese 13 de
Mayo, se dirigió a la estafeta postal mas cercana a su trabajo, situada sobre la Avenida New York,
cerca de la Calle
13, a
comprar algunos de los sellos que ese día se ponían a la venta.
Como todo coleccionista astuto,
tenía un ojo especial para detectar errores inmediatamente. Su corazón
prácticamente se detuvo, tales sus textuales palabras, cuando el empleado del
correo puso sobre el mostrador una plancha de los nuevos sellos para que Robey
los viera: el avión de la viñeta estaba invertido! En lugar de comprar un par
de sellos como tenía planeado, compró la hoja entera a pesar de que 24 dólares
eran una inversión seria para la época.
Robey guardó cuidadosamente la
plancha en su portafolios y volvió a su trabajo. De inmediato le comentó a unos
pocos amigos acerca de su hallazgo, entre ellos a un compañero de oficina,
quien, presuroso, se dirigió al correo de la Avenida New York a
buscar más sellos de esas características. No pasó demasiado tiempo para que un
par de inspectores postales visitaran a Robey en su trabajo presionándolo para
que devolviera la hoja de sellos. El compañero de Robey les había dicho dónde
podrían encontrarlo.
Aunque los inspectores fueron
bastante amables, Robey se negó a mostrar los sellos. Ni pensar en devolverlos.
Dejando de lado toda cortesía, los inspectores amenazaron con que el gobierno
confiscaría la hoja, por lo que Robey temeroso de que la presión oficial
aumentara, decidió esconder los sellos y contactar con la prensa y con algunos
filatelistas muy conocidos.
El proceso de impresión.
El sello en cuestión tiene un
diseño muy simple: un marco de color rojo rodeando la imagen de un avión en
color azul, impreso sobre papel blanco. Este diseño de dos colores es el
responsable del biplano invertido en el centro de la estampilla.
Para imprimir el sello en dos
colores con la tecnología de la época, debían grabarse dos placas impresoras,
una para cada diseño correspondiente a cada color. Así fue que se grabaron dos
matrices, una con el marco y otra con el avión.
El proceso de impresión comienza
con una hoja de papel en blanco con tamaño suficiente como para imprimir 400
sellos. Esta se coloca en la prensa donde está la placa grabada con el marco y
se imprime el mismo. Terminado este trabajo, las hojas pasan a la segunda
prensa donde se les imprime el centro del diseño, en este caso el “Jenny”. Este
simple proceso mecánico había sido eficiente miles de veces, incluso en el caso
del Jenny, donde funcionó correctamente 4999 veces.
Un error que no fue detectado.
El ínfimo error que produjo el
“Jenny invertido” pudo haber surgido cuando el empleado de la impresora colocó
una de las hojas con el marco ya impreso, sin importar si su posición era
correcta o no, en la máquina con la placa del centro, para probar la calidad de
la tinta azul.
Cualquiera que fuera el caso, la
hoja con el marco rojo fue ingresada a la prensa impresora al revés y, como se
sospecha, esto sucedió solamente una vez de modo tal que no se halló jamás
ningún otro Jenny invertido fuera de la hoja de Robey, ni la Administración Postal
estadounidense tampoco reportó nunca su descubrimiento en ningún lugar del país
del norte.
Naturalmente que la Oficina de Grabados e
Impresiones podría haber producido algunos centros invertidos de exprofeso,
pero inmediatamente hubieran sido detectado por los inspectores, quienes
hubieran separado estos sellos anormales para proceder a su destrucción. Este
tipo de sellos es conocido como “desechos de impresión”. Cuando alguno de ellos
escapa al estricto control y alcanza el mostrador de una oficina postal se
convierte en un error, una pequeña diferencia que puede significar una enorme
cantidad de dinero.
Probablemente otras hojas del
“Jenny invertido” terminaron quemadas en la empresa impresora y la plancha de
Robey fue la única que escapó al muy estricto control de los inspectores, pero
teniendo en cuenta el método de impresión (hojas de 400 sellos que se dividían
en 4 paneles de 100 sellos cada uno) y a la luz de los esfuerzos de la Administración Postal
por recuperar la plancha de Robey, es mas probable que los cuatro paneles de la
hoja invertida hayan sido enviados a las oficinas del correo para su venta. Qué
paso entonces con los otros 300 sellos anormales? Seguramente la oficina de la Avenida New York fue
la primera que reportó el hallazgo de los primeros 100 centros invertidos
posibilitando que la
Administración Postal alertara inmediatamente a los jefes de
las distintas sucursales para que estos chequearan en busca de los 300
restantes. Esto explica por qué esos otros 300 “Jenny invertido” nunca fueron
vendidos.
Obviamente esta teoría dejará de
ser válida el día que alguien encuentre un “Jenny invertido” en una carta
legítima, pero hasta entonces debemos conformarnos con ella.
Por suerte era coleccionista.
El hecho que William Robey fuera
coleccionista fue una enorme suerte, ya que de otro modo el empleado de la
oficina de correos podría haber vendido los sellos de a uno o dos antes de
notar la anomalía y retirar las estampillas de la venta. Si las cosas hubieran
sido de esa manera, tal vez se hubieran vendido unos pocos ejemplares,
seguramente hubieran sido usados para franquear la correspondencia y se
hubieran perdido para siempre, dejándonos con uno o dos “Jenny invertido”
conocidos.
Pero Robey era filatelista e
inmediatamente se dio cuenta que esos 24 dólares serían la mejor inversión de
su vida. Cuando los inspectores de la Administración Postal
volvieron a sus oficinas sin los sellos anómalos, el feliz poseedor de las
mismas decidió que lo mejor era venderlas antes que el gobierno las confiscara
y se contactó con Eugene Klein, un comerciante de sellos de Filadelfia.
El coronel Green.
De acuerdo con lo que
informó William Robey, el comerciante Klein pagó 15.000 dólares por la plancha
e inmediatamente se la vendió en 20.000 al coronel Edward Green, otro
comerciante de sellos de New York hijo de Hetty Green, un usurero famoso y
avaro conocido como “el brujo de Wall Street”.
En las manos de Green y en Nueva
York, la hoja del “Jenny invertido” se transformó en el Taj Mahal de las
estampillas, el Mona Lisa de la filatelia o el Santo Grial de los
coleccionistas.
Siguiendo el consejo de Klein, el
coronel Green fraccionó la hoja en un bloque de 8, varios de 4 y el resto en
forma individual. Posteriormente vendió algunos sellos sueltos y bloques de 4 a coleccionistas amigos,
conservando para su colección los restantes sellos sueltos y el bloque más
grande.
La única hoja conocida del “Jenny
invertido” estaba compuesta de 100 sellos, 10 de ancho por 10 de largo. Había
sido cortada de un panel de 400 sellos, formato con el que salían de la maquina
impresora. La plancha de Robey era el bloque inferior izquierdo de dicho
panel de impresión y fue cortado de la hoja completa con los bordes rectos, es
decir, sin dentar. Esto significa que 19 sellos de la plancha de Robey no
tienen su dentado completo. 9 sellos no tienen dentado superior, 9 no lo tienen
en el margen derecho, y solamente uno no está dentado en la parte superior ni
en el borde derecho. Esto deja solamente 81 sellos con el dentado completo.
Cada uno de los sellos
proveniente de aquella hoja de 100 es conocido por su posición en la misma y su
destino es seguido cuidadosamente.
Algunos hechos y leyendas.
Una serie de misteriosos
acontecimientos relacionados con el crimen, corrupción y codicia hicieron que
este pequeño sello de los Estados Unidos se convirtiera en una verdadera
leyenda filatélica expandiendo el misterio de su origen.
El coronel Green vendió los
primeros diez sellos en 250 dólares cada una. Posteriormente elevó el precio de
cada ejemplar a 350 dólares para llevarlo mas tarde a 650 dólares. El hecho es
que vendió 35 de los escasos 100 sellos en un valor de entre 250 y 650 dólares.
Durante algún tiempo circuló un
rumor que aseguraba que 43 de estos sellos se habían ido “a pique” cuando el
yate de un excéntrico multimillonario se hundió transportando su colección de sellos.
Este hecho causó conmoción entre los coleccionistas, pero fue pronto
desmentido.
Se dice que otro coleccionista se
llevó su “Jenny invertido” hasta la tumba. La frenética búsqueda de su familia
no daba resultados positivos hasta que alguien pensó en mirar dentro del ataúd,
encontrando el codiciado sello en el bolsillo del saco del difunto.
Una viuda recordaba, luego de
regalar los libros de su fallecido esposo, que él a veces guardaba algunas de
sus cosas valiosas entre las páginas de sus libros, explicando de esta manera
la desaparición del “Jenny” de la colección.
Este escaso sello hizo su debut
cinematográfico en el film “Muerte bajo las lilas” y también es protagonista en
“Los millones de Brewster”, donde Richard Pryor usa un “Jenny invertido” para
franquear una tarjeta postal.
Un orgulloso propietario prestó
su copia para una exhibición en Chicago, para recuperarlo posteriormente dañado
en forma irreversible porque un empleado del departamento uso cinta scotch para
fijarlo.
Un coleccionista se lamentaba
porque su copia del “Jenny invertido” había sido succionado por una aspiradora
cuando su esposa limpiaba. Aparentemente, él dejo el sello sobre la mesa, de
donde cayó a la alfombra. Logró recuperarla, pero el sello nunca mas tuvo el
aspecto de nuevo que tenía antes del accidente.
Cuando unos ladrones robaron
cuatro copias del Jenny invertido de los marcos de una exhibición filatélica, la Biblioteca Pública
de Nueva York promovió investigaciones a gran escala por parte del FBI.
Solamente dos fueron recuperadas. En un intento por disimular su origen para
posteriormente venderlas, los ladrones cortaron el dentado de los sellos sin
saber con cuanto cuidado estos sellos habían sido estudiados.
Una famosa falsificación de este
sello, esta vez en Irlanda, desencadenó una serie de acontecimientos que
terminó con el colapso de una de las firmas de subastas de sellos más
importantes.
Un “Jenny invertido” fue atrapado
en un bombardeo aéreo en uno de los mas duros ataques de la batalla de Bretaña.
Se conservó sano y salvo aunque perdió su goma como consecuencia de los daños
sufridos en la residencia de su propietario.
Un comerciante de sellos rescató
sus tres ejemplares de este famoso sello de una inundación cuando el río
Susquehanna rompió un dique de contención colocando a la ciudad de
Wilkes-Barre, en Pennsylvania, y a su banco de valores bajo el agua.
Siete sellos se han reportado
como destruidos o perdidos de un modo u otro a lo largo de los años, y algunos
otros han sido víctimas de un cuidado inadecuado en su manejo y conservación.
En algunos casos las bisagras han dañado la goma y causado manchas de óxido.
Algunos tienen arrugas y otros manchas que denotan que han estado en contacto
con papeles corrosivos durante largos períodos de tiempo.
Green no vendió los sellos que no
tenían el dentado completo. Con uno de ellos mandó a hacer un medallón para regalarle
a su esposa. Guardó los 18 ejemplares restantes en su caja fuerte. Luego de la
muerte de Green, en 1936, volvieron a ver la luz, pero se encontró que estaban
pegoteados entre ellos. Se los logró separar, pero el lavado hizo que perdieran
la goma. En 1942 se subastó el primero de estos sellos con dentado parcial,
vendiéndose en 1750 dólares a una persona de Baltimore. La siguiente copia
vendida en la subasta alcanzó los 1350 dólares, y otras ocho fueron vendidas
entre 750 y 1300 dólares. Algunas copias con el dentado y la goma completos se
vendieron en esa subasta entre 1150 y 3300 dólares. Actualmente su valor se
estima en unos 200.000 dólares.
Una historia cuanta que Green se
dirigió a un club de coleccionistas de sellos con las estampillas con dentado
incompleto y puso algunas de ellas en un cenicero con la intención de
quemarlas. Green quería que todos los presentes testificaran esta destrucción
para convertir a los restantes ejemplares en los “pura sangre” de la filatelia.
Obviamente que los allí presentes, horrorizados, trataron de detener a Green y
lo hicieron desistir de su alocada idea.
El medallón que Green mandó hacer
para su esposa Mabel tenía una copia del Jenny invertido junto a un ejemplar
normal del sello de 24 c. Ella lo conservó hasta su muerte en 1950. En el año
2002 fue subastado por Robert Siegel en su “Siegel Gallerie’s Rarities Auction”
en 170.000 dólares.
Se conoce una sola copia usada
del Jenny invertido. El coronel Green estaba fuera de la ciudad y su esposa
quería enviarle una carta por correo aéreo. Aparentemente, entró en el estudio
de Green y tomó un sello de 24 c. de su escritorio para franquear la carta.
Todo quedó en casa, y posteriormente Green fabricó un pendiente con ese único
sello usado para usarlo en la cadena de su reloj de bolsillo.
Una copia sin goma y con dentado
parcial se conserva en el Smithsonian’s National Postal Museum, pero no se lo
exhibe permanentemente. El motivo es el viejo fantasma de los museos: la luz
ultravioleta. El marco del sello es rojo, un color inestable que se tornaría
naranja con el correr de los años debido a la mencionada radiación, así es que
el museo exhibe su tesoro solamente por cortos períodos de tiempo.
Estos son solo algunas de las
historias que se han tejido alrededor de una de las estampillas más raras y tal
vez la mas famosa del mundo. Si son verdaderas o leyendas, nadie lo sabe, al
igual que el verdadero motivo que dio lugar a esta curiosidad filatélica.
Valores de ayer y de hoy.
En un intento de traer los
valores de 1918 a
nuestros días, consulté algunas páginas en Internet y lo primero que hallé es
que 1 dólar de 1918 equivale a unos 12 dólares actuales.
De esta manera, los 24 centavos
de valor facial del Jenny, equivaldrían a unos 2.88 dólares actuales.
En ese momento, el sello tenía un
valor ocho veces mayor que el correspondiente a una carta de primera clase, que
era de 3 centavos. Actualmente, enviar una carta de primera clase sale 34 c. en
el país del norte, por lo que, manteniendo las proporciones, y si se mantuviera
el servicio de correo aéreo, su franqueo sería de 2.72 dólares.
En pocas palabras, la primera
transacción, la venta de la plancha por parte de Robey a Klein, llevó una
inversión de 24 dólares a un valor de 15.000, es decir una utilidad del 62.500
%. Nada mal por caminar hasta la oficina de correo y tener un poquito de
suerte….
Catálogos.
El catálogo Scott especializado
en sellos de Estados Unidos llamado “Specialized Catalogue of U.S. Stamps &
Covers” clasifica al “Jenny invertido” bajo el número C3a. La “C” indica que es
un sello de correo aéreo y la “a” que es una variedad. Los precios que le
asigna son 170.000 dólares por una copia mint y 200.000 por una mint sin
rastros de bisagra (mint never hinged). No se menciona precio alguno por el sello
usado.
Como ya se vio, una utilidad nada
despreciable para una inversión de 24 centavos, una suma que en 1918 en los
Estados Unidos, hubiera alcanzado para 4 vasos de cerveza y algo de vuelto.
El catálogo francés Yvert et
Tellier, lo lista con el número 3 bajo el apartado de Correo Aéreo de
Estados Unidos
Conclusión.
Es razonable que, debido al apuro
con que fueron impresos estos sellos, una plancha anómala entre las 20.000
preparadas escapara sin ser detectada. Pero el empleado de la oficina postal de
la avenida New York tuvo dicha plancha en sus manos, la miró y la colocó sobre
el mostrador para proceder a su venta. Cómo es posible que no notara el error?.
El pobre empleado sospecho que algo raro estaba pasando cuando Robey, una
persona común, compró una plancha entera de un sello muy caro por esos días, y
además preguntó si había alguna otra con las mismas características. Así fue
que cerró la ventanilla y reportó este hecho a su superior. Por qué no retuvo
la plancha entonces?
La respuesta es mucho más simple
de lo que se sospecha. No nos olvidemos que corría el año 1918. El empleado del
correo no vio nada raro en el sello y nos referiremos a sus propias palabras
como explicación: “…cómo podía yo saber que esa cosa estaba al revés? Yo nunca
antes había visto un avión…”
En algunos de los trabajos que
consulté para escribir este artículo se menciona que Robey era una de las
personas que sospechaba que esta primera emisión de correo aéreo de Estados
Unidos podía deparar alguna sorpresa. Conocedor del proceso de impresión y del
muy corto tiempo que se dispuso para tal emisión, sabía que era muy probable
que apareciera alguna plancha con el centro invertido y con esa sospecha se
dirigió a la oficina de correos de la calle New York, en Washington ese mediodía
del 13 de Mayo de 1918. Pero de ser esto cierto, por que no fue al abrir dicha
oficina y esperó hasta el mediodía? Además, no conocía acerca de los extremos
controles en las plantas impresoras que hacían muy poco probable que una
anomalía de esta especie escapara de los estrictos inspectores? Por qué no
buscó mas centros invertidos en otras oficinas de Washington?
La falta de respuesta a estas y
otras preguntas hacen que descarte esta última hipótesis y siga pensando que el
hallazgo de Robey fue puramente casual.
Escrito por filateliaperu
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